Un mes de Roccia
Hace justo un mes abrimos las puertas de Roccia.
A veces cuesta creerlo. Lo que hoy es un pequeño rincón de calma fue, durante mucho tiempo, solo una idea, una ilusión compartida entre dos hermanos: Albert y Xavier.
Cada uno veníamos de trayectorias distintas, pero compartíamos una sensibilidad muy parecida: el gusto por lo sencillo pero bien hecho, la importancia de los espacios que te hacen sentir cómodo, y sobre todo, el deseo de construir algo propio, desde los cimientos. Así nació Roccia: con muchas conversaciones, muchos cafés a deshoras, y muchas ganas de hacer realidad algo que tuviera sentido para nosotros… y ojalá también para otros.
La obra la hicimos nosotros mismos, con la ayuda imprescindible de algunos familiares y el apoyo de técnicos que se encargaron de las partes más complejas: electricidad, fontanería, revestimientos, redistribución del espacio…Teníamos muy clara la atmósfera que queríamos crear.
Queríamos que el espacio hablara de nosotros, sin pretensiones, con honestidad. Que la gente entrara y sintiera que puede quedarse, respirar, relajarse. Un sitio donde no haga falta disfrazarse para estar a gusto.
Nos emociona mucho la acogida que hemos tenido. El barrio nos ha abrazado con una calidez que no dábamos por sentada. Escuchar a la gente decir que aquí se siente a gusto, que la comida les reconforta, que el lugar transmite paz… es el mejor regalo que podríamos recibir. Nos queda mucho por aprender y por mejorar, pero estamos comprometidos a seguir afinando cada aspecto de la experiencia.
Como en casa, como en Roccia.
Albert y Xavier